Cuerpo momificado
Los habitantes del desierto, y los que vivían en los acantilados, guardaban los cuerpos de sus muertos en las grietas de la serranía, en abrigos y cuevas. Las condiciones naturales de esos lugares, contribuyeron a que los cuerpos de los muertos se preservaran. Descubrimientos fortuitos de cuerpos momificados en la región de Durango nos han permitido hacer numerosas conclusiones con relación a los grupos prehispánicos ya que, asociados a los bultos mortuorios, se encontraban numerosos objetos que, seguramente, utilizaba el individuo y formaba parte de la ofrenda para sus necesidades en el "otro mundo".
Los cuerpos se colocaban flexionados, en posición fetal, algunas veces envueltos en frazadas y en esteras -o petates-, y atados fuertemente; colocados así era como regresar al seno materno. En las casas de los acantilados se han descubierto cuerpos momificados, principalmente de niños, algunos en grandes ollas; de ahí surgió la conseja popular de que los habitantes de esos pequeños caseríos eran pigmeos.
Petates
La actividad de tejer objetos con hojas de palma (yuca silvestre) correspondió a las culturas de los "tejedores de canastas" del suroeste de Norteamérica; sin embargo, esta industria se extendía a todas las culturas de México. El petate, del náhuatl petatl, servía de cama, pared o techo para las chozas, o se usaba como envoltorio para los cadáveres.